miércoles, 1 de abril de 2020

Retablos del claustro de San Isidoro del Campo

El espacio claustral también podría servir como ámbito ceremonial y devocional. A él se extendía el culto a determinadas devociones particulares, y se desarrollaban procesiones claustrales durante ciertas solemnidades. Así, en el contrato para el Retablo Mayor de la iglesia monacal se estipula que Martínez Montañés hiciera una figura de San Jerónimo de bulto redondo con funcionalidad procesional.




En las galerías del claustro existieron una serie de altares. Todavía persiste adosado al muro de la Iglesia el fundado en el siglo XVI por Luis de Riverol, actualmente dedicado al Cristo de Torrijos, que posee un retablo hornacina del último tercio del siglo XVIII con talla y decoración a base de rocallas, que está protegido con puertas.


Altar del Cristo de Torrijos


 Junto a la portada del Refectorio se hallaba el altar del Ecce Homo, retablo pictórico realizado a mediados del siglo XVI del que se conservan importantes restos. En el altar de San Jerónimo, se aprecian tres niveles de pinturas murales superpuestas, correspondientes a los siglos XV, XVI y XVII, apareciendo San Jerónimo Penitente, San Sebastían y San Roque. Además, existen datos sobre otros altares desaparecidos, como el de la Virgen de la Antigua, ubicado en la antigua portada de la Sala Capitular, cegada en el siglo XVII con ocasión de una profunda reforma. Otro altar inmediato al del Ecce Homo, que perteneció a la familia Pacheco, dedicado a Cristo camino del Calvario y del que sólo se conservan algunos restos de la arquitectura fingida que enmarcaba la escena.


Altar de San Jerónimo

Fuente: Monasterio de San Isidoro del Campo

viernes, 27 de marzo de 2020

El Coro del Monasterio de San Isidoro del Campo

Los monjes dedicaban al oficio divino (recitado de salmos y lecturas) una hora nocturna y siete diurnas. Estas horas canónicas se cantaban en el coro y eran señaladas con un toque de campana. El coro era un espacio acotado, dedicado a la oración comunitaria y estrechamente ligado al presbiterio, el ámbito de la liturgia. En el Monasterio de San Isidoro del Campo, el coro ocupa la mayor parte de la nave de la iglesia primitiva o fundacional, mandada a construir por Alonso Pérez de Guzmán, El Bueno, en el siglo XIV y restringida exclusivamente para el culto monacal.





El mobiliario estaba en relación con las funciones que se le asignaba al coro. La sillería, lugar donde se colocaban los monjes, posee dos niveles, es obra clasicista del siglo XVII y muestra el rigor formal e ideológico de la Contrarreforma, en estrecha relación con el nuevo rumbo que la orden jerónima impuso en el monasterio. El facistol conserva el diseño clásico en su vástago central añadiéndosele en la segunda mitad del siglo XVIII para enriquecerlo la talla rococó y una peana con La Inmaculada rodeada de ángeles. Los tintinábulos con sus campanillas y el órgano venían a reforzar con sus toques el esplendor ceremonial de la liturgia y a resaltar el canto.


oficios de misa

El facistol (S.XVII-XVIII)

Decoran los muros del coro una serie de cuadros: La Asunción-Coronación de la Virgen, que subraya la dedicación mariana del espacio de oración; El Triunfo de la Muerte, una alegoría de la fugacidad de la vida, quizás estuvo destinado originariamente a la sala de profundis; San Cristóbal, como era tradicional, se situaría a la entrada del templo, cumpliendo la función de protector contra la muerte súbita; San Isidoro en la toma de Baeza muestra la imagen del santo titular en relación con el concepto de "Reconquista" que propugnaron los reinos cristianos y la representación de San Eutiquio, que incidía en la revalorización del culto a los santos y a las reliquias a partir del Concilio de Trento, así como la implicación de los patronos del monasterio en la difusión de su culto.



Fuente: Monasterio de San Isidoro del Campo

jueves, 26 de marzo de 2020

Monasterio cisterciense de San Isidoro del Campo

Alonso Pérez de Guzmán, El Bueno, y su mujer María Alonso Coronel fundaron en 1301 el Monasterio de San Isidoro del Campo, tras conceder Fernando IV en 1298 el privilegio correspondiente. Se levantó muy próximo a la antigua Itálica, que en aquellos momentos era una alquería denominada "Talca" o "Sevilla la Vieja".

El monasterio fue entregado a los monjes cistercienses de San Pedro de Gumiel de Hizán (Burgos) y su prior poseía un poder espiritual equiparable al de un obispo y también el poder temporal de un señor feudal sobre unas posesiones que incluían al pueblo de Santiponce, ubicado a orillas del Guadalquivir, hasta que en 1603 sucumbió a una riada, refugiándose los vecinos en las ruinas de la antigua Itálica.

El monasterio cisterciense, que posee un marcado carácter fortificado, sigue el esquema tradicional, en torno al claustro se articulan las distintas dependencias y la iglesia, en realidad dos adosadas, ya que Juan Alonso Pérez de Guzmán, hijo de Alonso Pérez de Guzmán, mandó construir una yuxtapuesta a la primitiva. La iglesia fundacional se reservará para el culto monástico, mientras que la otra estaba abierta a los fieles y a partir del siglo XVII hará las funciones de templo parroquial de Santiponce.


Claustro del monasterio cisterciense

De la época fundacional se ha conservado un Crucificado, única imagen que se permitía en los templos cistercienses. Sigue el esquema del Cristo de San Pedro de Sanlúcar la Mayor, cabeza de una serie de Cristos góticos de la provincia de Sevilla, entre los que sobresalen el Cristo del Millón de la Catedral y éste del Monasterio de San Isidoro del Campo.

Crucificado gótico de la época fundacional (S.XIV)

Fuente: Monasterio de San Isidoro del Campo

lunes, 23 de marzo de 2020

Juan de Oviedo: Escalera Imperial (1612)

Realizada en 1612 por el arquitecto Juan de Oviedo y de la Bandera, constituye junto a los tres patios claustrados y la iglesia, el núcleo esencial del Convento Casa Grande de Santa María de la Merced. Entre los patios se sitúa el eje vertical de la escalera, conectándolos en sus diferentes niveles y ordenando los recorridos.
Su situación centrada lejos del área de acceso del edificio, pone de manifiesto la finalidad de uso íntimo y privado en la vida cotidiana del convento.



Con doble arranque en sus dos tramos, la escalera consta de dos cuerpos coronados por una cúpula octogonal sobre trompas. Su rica decoración estucada constituye un muestrario del repertorio ornamental manierista. Esta decoración se intensifica en la luminosa cúpula, esfera celeste que presenta un interesante programa iconográfico mariano. La afortunada composición de esta escalera, su belleza plástica, la convirtió en el origen de un modelo que alcanzó gran difusión en Iberoamérica.




Fuente: Museo de Bellas Artes de Sevilla

domingo, 22 de marzo de 2020

La escultura medieval hispalense

Los orígenes de la escultura medieval sevillana se remontan a la segunda mitad del siglo XV y están vinculados al imaginero francés que castellanizó su nombre como Lorenzo Mercadante de Bretaña.
Su actividad en Sevilla está documentada entre 1454 y 1468 donde triunfó con el cambio estilístico que suponía introducir los gustos borgoñones. Esto se traduce en la realización de obras en las que a veces predomina el espiritualismo nórdico y en otras ocasiones el naturalismo y minuciosidad de la pintura flamenca. Trabajó el alabastro y el barro, material en el que realizó sus obras más populares: las portadas del Nacimiento y el Bautismo de la Catedral hispalense. Su influjo en la escultura sevillana del gótico final fue notable, siendo su principal seguidor Pedro Millán.

Virgen con el niño (S.XV, Lorenzo Mercadante de Bretaña)

Pedro Millán es el primer imaginero local cuya actividad está documentada, concretamente entre 1487 y 1506. Acostumbraba a firmar todas sus obras que fueron en su mayoría de barro cocido. Uno de sus mejores trabajos es el grupo del "Entierro de Cristo", el más antiguo de los conservados en España. En él se mezclan las influencias de franceses e italianos que fueron los pioneros en este tema iconográfico que triunfa en Europa a mediados del siglo XV. Sobre la peana del frente del sarcófago entre los símbolos pasionarios y flores de cardo, aparece su firma en letra gótico "P MILLA IMA"(Pedro Millán imaginero).

Llanto sobre Cristo muerto (1490, Pedro Millán)

Cristo Varón de Dolores (1485, Pedro Millán)

Cristo atado a la columna (2ª mitad del XV, Pedro Millán)


Fuente: Museo de Bellas Artes de Sevilla.

viernes, 13 de marzo de 2020

El círculo de Juan Sánchez de Castro


En el siglo XV aparecen en la pintura sevillana los primeros testimonios de artistas conocidos así como de obras firmadas. De este siglo son las primeras manifestaciones pictóricas que se conservan en la sala I del Museo de Bellas Artes (Antiguo Convento Casa Madre de Santa María de la Merced).

La figura más destacada es Juan Sánchez de Castro, activo en la ciudad durante la segunda mitad del siglo. De este pintor no se conservan obras en este museo, pero sí de los artistas que trabajaron bajo influencia de su estilo.

Entre las obras realizadas en este ámbito artístico hay que destacar el conjunto de cuatro tablas, procedentes del antiguo retablo mayor de la iglesia hispalense de San Benito de Calatrava (1480), en las que se representan ocho santos emparejados. A mediados del siglo XVII las tablas fueron sustituidas por otras encargadas por Valdés Leal y las originales se guardaron hasta ser depositadas en el museo por las Ordenes Militares en 1908.

-Arriba: San Jerónimo y San Antonio de Padua / San Andrés y San Juan Bautista.
-Abajo: San Antonio Abad y San Cristóbal / Santa Catalina y San Sebastián.




En este círculo artístico de maestros influenciados por Juan Sánchez de Castro se sitúa también la obra de autor anónimo "Retablo de la pasión de Cristo" procedente de la colección Montpensier. 


En esta misma sala, y al margen de esta influencia, hay que señalar la tabla de "San Miguel Arcángel", cuyo estilo se relaciona con Juan Hispalense, pintor sevillano que trabajó la mayor parte de su vida en tierras castellanas.


Fuente: Museo de Bellas Artes

miércoles, 11 de marzo de 2020

Tenebrario o Candelero de las Tinieblas

Candelabro triangular de la catedral de Sevilla que se usaba en el Oficio de Tinieblas durante el servicio de maitines y laúdes de los últimos tres días de la Semana Santa. Se correspondía con un servicio funerario que conmemoraba la muerte de Jesucristo, así como los 3 días y las 3 noches que permaneció en el sepulcro. En el Oficio se rezaban una serie de Salmos tras cada uno de los cuales, se apagaba una vela gradualmente y de manera alterna a cada lado del candelabro, empezando por la más baja hasta que sólo quedaba encendida la superior. En 1912, se adoptó el uso de 15 velas como se ven en la actualidad que representan a los once apóstoles sin Judas Iscariote y a las Tres Marías apagándose las velas según menguaba la Fe de los representados. Este Oficio de Tinieblas no se celebra desde el Concilio Vaticano II, en 1962, en el que se cambió la Celebración Litúrgica.



El tenebrario mide 7,80 metros de altura y se realizó entre 1559 y 1564, diseñado por el arquitecto Hernán Ruiz II (el Joven) y fundido por los rejeros Pedro Delgado y Bartolomé Morel. Los entalladores, Juan Giralte y Juan Bautista Vázquez, el Viejo y el policromador Juan Marín realizaron las esculturas de madera que lo rematan y sirven de base a los cirios.


Fuente: catedral de Sevilla